jueves, 17 de noviembre de 2011

Adaptacion al medio ambiente por el oso pardo


El oso pardo ocupaba originariamente la práctica totalidad de Europa y Asia, gran parte de la mitad oeste de Norteamérica y algunas zonas de Oriente Próximo y del Magreb. Y aunque esta área se ha ido reduciendo progresivamente en los últimos siglos, todavía es muy extensa, hasta el punto de que en ella se estima que aún habitan entre 200.000 y 250.000 ejemplares, un número realmente notable para un carnívoro de su talla.

Los osos pardos ocupan una gran variedad de hábitats, desde semidesiertos fríos, como sucede en el Gobi (Mongolia), hasta zonas costeras o la tundra ártica, como ocurre en Alaska. Sin embargo, su hábitat preferido es el forestal, por lo que se trata de uno de los mamíferos más característicos de los extensísimos bosques de coníferas de la taiga siberiana o escandinava, de los bosques mixtos del este de Europa y de los Pirineos, o de los bosques caducifolios de hayas, robles y abedules de la Cordillera Cantábrica. Las pequeñas poblaciones de osos que resisten en la Europa occidental están vinculadas a los macizos montañosos más agrestes, donde el acoso humano es menor.


Incluido dentro de los carnívoros, se considera al oso como un perfecto omnívoro, capaz de comer e ingerir los más variados alimentos, de modo que su dieta prácticamente incluye todas las materias digeribles, aun cuando van a estar condicionadas por las disponibilidades alimenticias de una zona y época del año. Así consume vegetales como frutos otoñales (madroños, castañas, uvas, arándanos, frambuesa, endrinos, etc.), setas, babosas, caracoles, insectos y dentro de estos particularmente hormigas y sus huevos, las que come en gran cantidad, para lo que levanta con sus zarpas los hormigueros, así como abejas y panales de miel; también incluye en su dieta a los reptiles, como culebras, lagartos o lagartijas, los anfibios, particularmente a las ranas; aves y huevos; así como mamíferos y micro mamíferos; además de peces, de los que el salmón es su bocado preferido. Todo ello sin desdeñar la carroña.
También perseguido por sus ataques a los cultivos, al ganado doméstico, tanto ovino como vacuno, así como por los daños que ocasiona a la caza mayor, como ciervos, jabalíes, cabras montesas o rebecos, ha motivado la necesidad de establecer sistemas compensatorios de indemnización a los afectados por los daños ocasionados.   
En cuanto a los sentidos, el más desarrollado es el olfato excelente, finísimo del que depende mucho para su supervivencia y búsqueda de alimento. El oído, lo tiene también muy desarrollado y es extremadamente agudo y desarrollado. Por el contrario la visión no la tiene muy desarrollada, aunque puede ver los colores durante la noche. A larga distancia reconocen formas pero no detalles, y detectan mucho mejor animales u objetos en movimiento que inmóviles. En algunas situaciones desfavorables pueden erguirse sobre sus patas traseras para aumentar su campo de visión. Gracias a este mecanismo pueden detectar a larga distancia muchas de sus fuentes de alimento y también el estado sexual de otros ejemplares durante la época de celo.
El oso se considera una especie relativamente reciente en su aparición en el planeta, estimándose que su antepasado fue un mamífero hoy extinguido llamado Hemicyon, que se considera antepasado del oso y las hienas y que daría paso a otro antecesor más, el Ursavus, que habitó hace unos 20 millones de años, estimándose que el oso pardo actual apareció como especie en el Plestioceno Inferior.  
En torno al sueño invernal del oso, hay publicado todo un mundo literario, al haber atraído desde la antigüedad al hombre. Por lo general el oso se retira a invernal a la llegada de los primeros fríos del otoño, aunque pueden producirse algunos retrasos en años benignos. Normalmente inverna en cuevas o grutas de poca profundidad, aunque también puede hacerlo encajonado en grandes troncos huecos. Los osos menores de tres años de edad invernan en grupo, mientras que los de mayor edad lo hacen solos. La osera es cuidadosamente acondicionada para el invierno, para lo que es recubierta con musgo, helechos, hojas y ramas secas, formando una confortable cama, tapando la entrada con ramas. Durante las primeras semanas de encierro el oso sale frecuentemente al exterior, en ocasiones a diario, para defecar y orinar, pero poco a poco las salidas se harán más esparcidas hasta cesar.

Este sueño invernal del oso no constituye una verdadera hibernación, sino que sume al oso en un estado llamado de sopor, en el que puede efectuar esporádicas salidas, ya que el oso no entra en un verdadero letargo, ni siquiera en un profundo sueño, sino en un estado de sopor en el que sus sentidos permanecen alerta.

Con la llegada de la primavera el oso recobrará su actividad. El animal vuelve todos los años al mismo lugar de invernada a no ser que sea molestado o se produzca alguna grave contrariedad.



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